domingo, 15 de noviembre de 2009

El cine de Kim ki duk como una caja de bombones


La madre de Forrest Gump decía que la vida es como una caja de bombones: no sabes lo que te va a tocar. Así mismo se podría decir que es el cine de Kim Ki duk, un viaje sin destino conocido, una caja de bombones en la que cada uno de sus filmes puede ser una experiencia única, algunas veces encantadoramente apasionada (“Dirección desconocida”- 2001); cruda y desesperada (“La Isla” - 2000); desconcertante y tierna (“Aliento” - 2008); o una impecable maestría fotográfica y sencillez narrativa (“Primavera, verano, otoño, invierno y primavera” - 2004).

Hasta el momento todo parece propaganda para este coreano de 49 años, pero lo cierto es que un director en el transcurso de su filmografía puede tener películas extraordinarias, buenas, regulares y malas, un juicio que depende de las diferentes sensibilidades y al Kim ki duk no escapará, solo que este director tiene a su favor ese delicioso gusto a romper esquemas, a explotar en la cara del espectador una historia que no esperaba. Explotar, sí, porque a Kim ki duk no sólo le gusta sorprender también va al extremo, es intenso, ¡cuidado! ¡Kim ki duk tiene una cámara en las manos y no teme usarla!

Kim pertenece a la vanguardia cinematográfica del cine coreano. Nació en una familia de clase media, no recibió formación cinematográfica ni de ningún otro tipo, incluso no acabó la secundaria, viajó a Francia por dos años, una temporada en la que alimentaba la idea de hacerse pintor, un viaje iniciático quizá, en el que asiste al cine a ver películas que lo marcan “El silencio de los Inocentes” de Jonathan Demme, “El Amante” de Jean Jacques Annaud y “Los amantes del Puente Nuevo” de Léox Carax, es así que a los 33 años regresa a Corea con la determinación de dedicarse al cine.

Así inicia su carrera, con una idea en la cabeza… como diría Glauber Rocha, empezó a postular a concursos de guión hasta que le tocó dirigir “Cocodrilo” su primer largometraje en 1996, y luego de otras películas, siempre de bajo presupuesto, llega “La Isla” en el 2000 con la que no sólo logra destacar en su país, sino con la que se coloca en la cresta de la ola del cine coreano para el mundo occidental.

Algunas de sus particularidades son preferir ser su propio productor para trabajar con mayor libertad, la mayor parte de sus producciones son de bajo presupuesto; los actores con los que trabaja son siempre desconocidos, porque cree que de este modo aporta más realidad a la historia o como él mismo refiere “los actores amateur son como una página blanca en la que puedo impregnar mis colores”; nunca repite staff técnico porque quiere mantenerse libre de influencias, así se convierte en un dictador y toma solo sus decisiones.

Iniciemos la función: “Primavera, verano, otoño, invierno y primavera” (2004 )
Si un cinéfilo promedio ha escuchado sobre Kim ki duk seguramente es a través de esta película, que además estuvo un par de semanas en la cartelera peruana, todo un hito considerando la poca variedad que nos ofrece. Este filme parece que lo tiene todo: el encuadre preciso que presenta el paisaje pintado como estampa japonesa, parece revelarse aquí la primera afición del director, pero por sobre todo tiene una historia sencilla que en cinco capítulos resume la vida: búsqueda, aprendizaje y redención.

Esta es la novena película del director y nos entrega un cuento budista que reza: el deseo de posesión lleva en sí mismo la destrucción de lo que más quieres. Nadie es inmune a las tentaciones ni al paso de la vida. Una observación importante es que esta historia está llena de símbolos budistas, aquí un ejemplo: en la primavera aparece un perro que representa la niñez, en verano un gallo simboliza el ímpetu de la juventud, en otoño el gato representa la madurez, y así lo hace la serpiente en la vejez.

Dos monjes budistas un maestro y su discípulo viven en una isla dentro de una casa flotante, su templo, el cual representa el “yo”, dentro de él están todas las posesiones necesarias. En la primera estación, la primavera, el maestro le enseñará al discípulo niño el respeto a la naturaleza y la piedad, lo deja cometer errores para que sufra las consecuencias. Una tierna estampa, cuya fotografía remite al capítulo “El huerto de durazno” de“Los sueños de Akira Kurosawa”.

El verano llega con la pasión. El monje, ahora joven, que hasta este momento parece haber seguido los preceptos del maestro de pronto es víctima de su naturaleza elemental, incluso los animales siguen el ritmo vital del apareamiento. El monje joven abandonará el templo para buscar amor y sexo como una búsqueda de felicidad, es decir una búsqueda fuera de sí mismo.

En el siguiente capítulo el monje que abandonó la isla ha regresado en la edad de la madurez coincidiendo con el otoño. En esta estación el maestro ayudará al discípulo a liberarlo de la ira y encaminarlo al arrepentimiento, ya que ha asesinado a la que fuera su esposa porque le fue infiel, es un retorno a casa y un viaje interior.

El invierno llegará con la búsqueda de la redención, y la siguiente primavera con un nuevo niño, para recordarnos la renovación y el ciclo eterno de la vida. Esta película es como una sofisticada y deliciosa caja de bombones que uno regala en ocasiones especiales, es una historia que uno puede ver chupándose los dedos.



“La Isla” (2000)
Esta es la quinta película en la filmografía del director y no habría forma de verla en una cartelera peruana regular, lástima, así que con el consuelo de la pantalla de 28 pulgadas uno se puede acomodar en el asiento de su casa, aunque sería en vano acomodarse mucho ya que pronto será sacudido, la crudeza de sus escenas tienen la fama de causar el desmayo de un crítico de cine en el Festival de Venecia.

Inicia como si fuese una película de terror, pero no hay que dejarse engañar realmente estamos viendo una historia de amor, una historia de amor bizarra, pero de amor al fin, entre un fugitivo de la justicia y una ermitaña. Como dice el propio director todos tenemos demonios y ángeles, esta pareja tendrá que exorcizar sus demonios y turnarse para ser el ángel protector del otro. Una desesperada historia de amor en medio de un paraíso surrealista, nuevamente unas casas flotantes en medio de un lago.



En México existen los chocolates rellenos de chapulines, unos escarabajos propios de la región, dicen que la extraña combinación sabe muy bien. Esta historia de amor autodestructiva y apasionada podría ser como un bombom de escarabajo, así de rara, así de dulce.

“Aliento” ( 2008)
Particular como las anteriores. Y es que a Kim ki duk no le gusta repetirse, como será de singular esta película que además de ser guionista y director se da el gusto de actuar en ella. Kim representa a Jin, un preso condenado a muerte que sale en las noticias de la televisión por varios intentos de suicidio. Yeon, una madre y ama de casa descubre que su esposo le ha sido infiel, en venganza decide ir a visitar a este preso e inventar que es su novia, Jin acepta la visita a pesar que no conoce a la mujer.

De este modo empieza una serie de visitas en las que Yeon le llevará las estaciones del año a la cárcel, casi literalmente, Yeon empapelará con motivos de una estación diferente la sala de visitas de la cárcel y cantará una canción con el espíritu de la misma. Entre las visitas va surgiendo el amor entre ellos antes que la muerte intervenga, sin embargo la muerte parece tener más sentido si llega en los brazos de alguien a quien le importas.



“Dirección desconocida” (2001)
Como uno de los chocolates más dulces llega esta cálida historia de amor, una top ten. Un muchacho indigente y solitario ocupa casas temporalmente deshabitadas, su presencia es como la de un fantasma que no deja huella alguna, mas incluso retribuye el hospedaje reparando algún desperfecto de la casa. La única posesión de valor que tiene es una motocicleta en la que va herrando por la ciudad.

Una vida sin posesiones, ni siquiera un cepillo dental, él entra descansa en nuestra cama, come de nuestro refrigerador, usa nuestra ropa y se fotografía con nuestro retrato y nunca nos enteraremos que estuvo allí. Pero en una de esas casas, aparentemente desocupada, encuentra a una mujer presa de un encierro voluntario, golpeada por su esposo y sin ánimos de vivir. Entonces dos soledades se conocen y se entienden sin cruzar palabra alguna. Él la rescata del marido y ella huye con él para ser dos fantasmas ocupando la casa de desconocidos.

Pero la felicidad está hecha de momentos, el esposo encuentra a su mujer y la fuerza a regresar a la casa a vivir con él. Entonces ¿qué puede hacer el muchacho para vivir con la mujer que ama? Pues pasar de ser un fantasma temporal a uno de tiempo completo, el encierro en aquella casa será la más dulce de las prisiones si es junto a la persona que amas. Además ya es imposible separase se han convertido juntos en un solo espíritu, el de la pasión.



Para una comedor de historias, un amante de las imágenes o un cinéfilo distraído, para cualquiera de ellos y más, Kin ki duk debe estar en su lista de imprescindibles. A lo mejor coincidan conmigo y al tener una película de Kim en las manos corren a su casa y ponen el DVD en el reproductor con la misma presteza que de niños devorábamos los dulces. Mi consejo es, si no lo han hecho aún, simplemente atragántense con la filmografía de este brillante director.